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sábado, 19 de mayo de 2007

El rebelde de Uruguay


La institución de Maroñas soportó todo tipo de presiones. Peñarol hizo hasta lo imposible para ganar el campeonato; Damiani y Domínguez se burlaron del franjeado, pero los humildes volvieron a festejar
C.Rodriguez
POR JORGE SEÑORANS DE LA REDACCIÓN DE EL OBSERVADOR


El último penal de Conde contenía la rebeldía de un grupo de humildes muchachos que debió soportar todo tipo de comentarios.

La pelota llevaba el veneno impregnado a lo largo de dos semanas de presiones.

El golero de Danubio se paró delante del balón dispuesto a terminar con aquellos que decían que en estas instancias el club de Maroñas se arrugaba.

El Coco tomó carrera y en cada paso comenzó a repasar la película de estos últimos días.

Primero la queja de Peñarol por tener que ir a Jardines del Hipódromo. La discriminación al barrio expresada mediante un comunicado. La presión por las escasas entradas que les brindaron a los carboneros. Si hasta el secretario general mirasol, José Carlos Domínguez, se burló diciendo que Danubio y Defensor apenas habían vendido seis mil boletos.

Mientras esperaba el silbato de Larrionda para ejecutar la pena rememoró que el lunes pasado el presidente de su rival, José Pedro Damiani, había cantado el “Opa, opa, Danubio quiere copa”, en la audición partidaria. Y terminó con una burla: “No se escuchó ayer”.

Después se le pasó por la mente el dinero que pagó Peñarol para no salir del Centenario. La presión que ejerció para lograr la habilitación de Capria. Se acordó de que les tomaron el pelo diciendo que el cuadro de la cantera inagotable tenía cuatro colombianos en su equipo.

Y ahí fue Conde. Le pegó con el alma, con la rebeldía del que tiene la bronca contenida. Le partió el arco a Peñarol.

Quedaba una prueba más. El último penal tenía una trampa escondida en el zapato. El botija aurinegro Pérez le dio duro pero el travesaño hizo justicia con el mejor equipo del año.

Otra vez Danubio. Responsable directo de enmudecer a 40 mil personas. Único equipo en desarrollo que en la historia le ganó finales a los grandes. Con el doble mérito de haberle amargado la tarde a 60 mil almas aurinegras en el Apertura. Nadie, ninguno lo pudo lograr. Es un sello exclusivo del club de Maroñas.

Camino de espinas. El camino no resultó sencillo. El primer paso era volver a convertir en jugador de fútbol a Carlitos Grossmüller. Lo transformaron.

En el medio del viaje surgió un inconveniente con un jugador que fue detenido en un baile por pelearse con la Policía. La directiva estaba dispuesta a expulsar al profesional del club pero intervino Matosas y con una frase firmó la paz: “Yo me hago responsable”.

Cierto día un integrante del grupo Casal llegó a la sede y ofreció una ridícula suma de dinero por Nacho González y Carlos Grossmüller. Danubio no aceptó y la charla subió de tono, fue durísima. Para colmo el club votó en contra de la renovación del contrato con Tenfield. La tensión es notoria y evidente.

Pero quedaba una piedra más en el zapato. A poco de finalizar la temporada estalló un escándalo con Hamilton Ricard en Colombia. El delantero viajó a su tierra, llegó tarde, lo querían sancionar con un porcentaje del sueldo.

Si hasta previo a las finales los nervios ganaron el ambiente y Matosas casi se toma a golpes de puño con Santín en un picado por una dura entrada. Pero Danubio se levantó una y otra vez para pelear contra todas las adversidades.

La última pelota la miraron todos. Barbiyola y el Esteban desde el cielo, el Osvaldo parado en la tribuna. En el barrio se esperaba que algún relator anunciara por radio la última noticia. La pelota pegó en el travesaño. Otra vez festejan los humildes. Otra vez Danubio.

Fuente:El Observador

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